Saturday 9 November 2013

Perfume de lechuga

“A rose by any other name would smell as sweet?"    Romeo and Juliet  (Act II scene 1) William Shakespeare

 No existe vegetal más ninguneado, olvidado y repudiado que una lechuga, aunque por allí, algún fanático vegan (vegetariano radical) diga que una hoja de esta legumbre tenga más nutrientes que un churrasco. Su sabor se parece al de un papel de cuaderno escolar cuadriculado, su olor, ¡¿qué podría haber de especial en el tufillo de esta verdura?!  pues nada; sin embargo, y muy a pesar de mis gustos y convicciones, tengo que confesar que ese olorcillo ha logrado conseguir, cada vez que me toma por asalto, que mi mente baje la guardia y se traslade a la remota época de mi pequeñez, donde repentinamente me encuentro bañado por esa ordinaria pero a la vez extraña fragancia de tan despreciada planta.
        

No sabría tampoco, como denominar aquella zona de mi morada palaciega de donde provenían esas emanaciones que me impregnaban; pero lo que si sabía, era que, juntamente con mi dormitorio con vista al jardín, era sin lugar a dudas mi rincón favorito, ¡y cómo no iba a serlo!, allí habían gallinas y un inmenso gallo rojizo, casi una ave mitológica que era el despertador de la familia, y todas estas aves domésticas comían entre otras cosas, lechuga, ¿no sé por qué tanta?, pero en medio de esta precaria granja, que era en realidad una prolongación del jardín, ajetreaba mi viejo, ¡sí señores!, iba y venía, y se pasaba un buen rato cortando las lechugas sobre una rústica tabla de madera para luego vaciar la verdura picada en comederos de aluminio, en los cuales las gallinas sumergían sus cabezas para engullirse todo lo que podían.


 Y el aire se saturaba de la esencia de las lechugas cortadas mientras yo observaba a mi padre en plena faena la cual gustoso realizaba sin mezquinarme nunca una sonrisa.



En un artículo publicado por el diario británico  The Telegraph el 28 de  enero del 2012, se
denomina “Proustian phenomenon” (el fénomeno Proust) al efecto que producen los olores como elementos poderosos para hacernos recordar experiencias muy distantes de nuestra vida pasada.

Yo lo he descubierto y no dejo de sorprenderme cómo, el tufo de la desabrida hortaliza, se convirtió para mí, en todo un bálsamo que me hace recordar los momentos más felices de mi casi sexagenaria existencia, ya que misteriosamente me conduce a ese  vulgar patio trasero donde lo que experimento es una incursión surrealista en el Jardin des Aromes . No es una exageración si digo que el percibir el aroma lechugiano, realmente “makes my day”  (me cambia el día); sí, lo juro, es la fragancia y el poder del perfume de lechuga.

Oz